El triángulo del fraude y la eficacia
en la lucha contra los fraudes
Como sabemos el fraude empresarial es
un riesgo que está presente en todo tipo de organizaciones y en cualquier
latitud, por lo que se hace preciso concederle la grave importancia que tiene, administrándole
convenientemente. Para ello, y como actuamos con cualquier otro riesgo, hemos
de empezar por concretar cuáles son sus dos atributos, impacto y
probabilidad.
Respecto del posible impacto, de
acuerdo con las estadísticas elaboradas por los especialistas, podemos
decir que, en términos generales, el fraude tiene unas enormes repercusiones,
estimadas, en promedio, en el equivalente al 5% del importe de las ventas
de cada año. Lo que nos da idea del impacto de dicho riesgo.
En cuanto a la probabilidad de
ocurrencia, que sería el segundo de los atributos con los que podríamos estimar
la importancia del riesgo, tanto a nivel inherente como residual. Este dato nos
lo podría facilitar la dimensión del famoso triángulo de fraude que sea
aplicable en cada organización.
1º)
Motivación (incentivo, presión). Cuando la
Administración u otros empleados tienen un estímulo o presiones que les aportan
razones justificativas para cometer fraudes.
2º) Poder
(Oportunidad). Serían las circunstancias que
facilitan las posibilidades de perpetuar fraudes (por ejemplo la ausencia de
controles, controles ineficaces, o la capacidad de la administración para
abrogar los controles).
3) Racionalización, actitud. Cuando las personas son capaces de racionalizar
un acto fraudulento en total congruencia con su código de ética personal o que
poseen una actitud, carácter o conjunto de valores que les permiten, consciente
e intencionalmente, cometer un acto deshonesto.
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